El camino a Kona no es una línea directa: IM Frankfurt y Arizona 2013
Siempre pensé que clasificar al Mundial de IRONMAN (IM) en Hawaii sería un premio a una trayectoria deportiva. Hoy, después de haberlo conseguido, siento que mi apreciación no era del todo correcta. De hecho, justo antes de lograrlo, es cuando consideré que mi idea de la “trayectoria” estaba equivocada, pues había visto personas increíblemente talentosas y con grandes condiciones deportivas a quienes el famoso cupo se les escapaba de las manos. Considerando lo difícil y complicado que sería clasificar al mundial, y siendo consciente que 50 cupos se repartirían entre 2.704 triatletas, me embarqué en esta aventura que llamé el IM de mi reivindicación.
Lo que no estaba en el plan
El IM de Arizona no estaba en mi calendario de 2013, de hecho nunca lo había considerado. En mi planificación estaba previsto correr un par de 70.3 y enfocarme en el IM de Frankfurt en junio. A partir de febrero empecé a planificar el gran objetivo e hice varios cambios en mi preparación, en mi alimentación e incluso en ciertos hábitos y horarios de entrenamiento. Creía firmemente en que el camino que estaba tomando era el correcto y me propuse mantenerme en él, pues se convirtió en un tema de convicción, que no fue orientado hacia los resultados.
El esperado IM de Frankfurt, al igual que el 70.3 que le antecedió, vino para enriquecerme con experiencias únicas, con ellas aprendí lecciones valiosas, fui capaz de medir mi resiliencia y mi capacidad de reacción ante la adversidad.
Hubo problemas mecánicos, eléctricos, pinchazos, dolores del cuerpo, deshidratación, punzadas en el estómago, mi mente desenfocada, el cuerpo que no respondía a lo esperado y las preguntas: ¿qué hago aquí? ¿por qué hago esto? ¿Para qué? Luego comprendí que me estaba haciendo las preguntas incorrectas. Lo que debía preguntarme era: ¿por qué me enfoco en el resultado y no en el proceso? Lo importante no es la meta, es cuánto podemos disfrutar del camino hacia ella.
En contra de todo pronóstico, terminé la carrera después de un pinchazo en mi llanta delantera que no pude solucionar, por el que paré más de una hora viendo pasar hasta el último corredor al frente mío, eso sumado al conflicto que sentía sobre terminar o no la carrera después de haber sido víctima de la pesadilla del triatleta (pinchar sin solución). Cuando llegó el auxilio mecánico me faltaban 130 km de ciclismo y la maratón completa. Mi reacción no fue de ira ni frustración en ningún momento, de hecho, esa hora la compartí con una pareja y dos amables alemanes que me acompañaron y conversaron conmigo sobre el Ecuador y me contaron sobre su pueblo y sus costumbres, personas maravillosas e inolvidables.
A pesar de que no estaba dentro de mis planes terminar la carrera, puesto que ya había perdido el ritmo de hidratación y nutrición, a más de que mi cuerpo ya estaba frío, me aventuré a terminar el ciclismo, pensando varias veces en el camino que no iba a correr la maratón, pues estaba mental y físicamente cansada y hacía un calor infernal. Al terminar la bici hice una transición muy larga, me di tiempo para analizar las razones por las que debía abandonar o continuar. La maratón consistía en cuatro vueltas de algo más de 10km cada una, estaba cansada y desmotivada; sin embargo, encontré la razón más poderosa para terminar: correr una vuelta por cada uno de mis hijos. Con esa decisión renové mi compromiso de cruzar la meta, en las condiciones que sean, pues los motivos para terminarla eran superiores.
Mi sensación al terminar la carrera fue de una gratitud silenciosa, pensé mucho en las circunstancias, pensé en lo que me querían enseñar, pensé hacia dónde me estaba dirigiendo lo que acababa de vivir.
Medité por algún tiempo sobre lo que había sido la primera mitad de mi año deportivo, entonces decidí darme una segunda oportunidad en otro IM. Revisé fechas y alternativas y después de discutir con mi entrenador, Matt Dixon, decidí registrarme en el IM de Arizona, el 17 de noviembre del 2013. El tiempo que tenía para prepararme no fue el ideal pero fue el suficiente para lograr mi reivindicación, que consistía sencillamente en completar la carrera con una sonrisa, disfrutando con gratitud este deporte con el que he aprendido, he crecido y a través del que he buscado ser mejor.
Los cambios
De planificación:
A partir de marzo de 2013, me uní a Purplepatch Fitness y puse mi planificación en manos de Matt Dixon. Él revisó el calendario que había escogido y comenzamos la preparación con miras a Frankfurt. Entrenar a distancia, con conversaciones vía Skype, aprendiendo a descifrar los entrenamientos, en un inicio no fue fácil. Sin embargo, toda la filosofía de Matt y su manera de planificar siempre me hizo sentido, así que seguí con el plan. Todo encajaría y caería en el lugar correcto con el tiempo. Así fuimos haciendo cambios y modificaciones, para que aparecieran los resultados.
Purplepatch basa su filosofía en cuatro pilares que consisten en:
Resistencia (endurance): el entrenamiento como tal, que consiste en la practica de las tres disciplinas: natación, ciclismo y atletismo de manera muy variable.
Fuerza: el trabajo de fuerza se lo realiza en el deporte específico, ya sea en repeticiones de cuestas o relaciones fuertes, complementado con entrenamiento funcional, donde trabajamos a más de la fuerza y definición, el balance y la coordinación.
Nutrición: comer e hidratarme de manera permanente, antes, durante y después de los entrenamientos. La preferencia es hacia alimentos orgánicos, naturales, mucha proteína, y grasas saturadas, fundamentales para terminar cada entrenamiento con sensaciones positivas y lograr una reducción importante en el porcentaje de grasa y peso.
Recuperación: según Purplepatch se la hace de manera activa y pasiva. Las sesiones de recuperación son tan importantes como las sesiones de construcción de fuerza, intensidad y resistencia. Durante todos los meses de entrenamiento no pude quejarme de dolores musculares, lesiones ni agotamiento. La bondad de la recuperación es mantener siempre la energía y el cuerpo listo para entrenar sin molestias ni dolor.
De horarios y hábitos:
Adiós al despertador: hasta el 2012, el despertador sonaba unos días a las 4h20 am y otros a las 5h00 am, llegaba a dormir entre 5 y 6 horas como máximo, en el mejor de los casos. Tengo la fortuna de que mis actividades laborales las puedo planificar y ajustar, lo que me permitió cumplir con esas responsabilidades después de entrenar o entre las sesiones de la mañana y la tarde, es por eso que decidí olvidar la alarma y despertarme con el ritmo circadiano de mi cuerpo.
Desayuno en familia: el entrenar en la madrugada y las largas distancias a los lugares de entrenamiento me impedían llegar a desayunar con mi esposo y mis hijos y despedirles antes de salir al colegio, a partir del cambio de horarios los desayunos en familia fueron y siguen siendo casi a diario.
Entrenar sin estrés: si bien cumplir con la tabla de entrenamiento es importante, existen entrenamientos base y otros de mantenimiento. El lograr adaptar los entrenamientos a mi rutina diaria y saber escoger los entrenamientos principales, sin generar estrés si hay sesiones que no se pueden cumplir, le dio el giro y la razón de ser por la que practico este deporte: porque me apasiona, me divierte, me realiza, me potencia, y además me mantiene alegre y de buen genio.
Con esta mentalidad arranqué el camino hacia un IM que sería decisivo en mi experiencia deportiva. Arizona.