Mi familia, mi pilar
Hubo un tiempo en el que como la mayoría de deportistas madrugaba a las 4h40 de la mañana para entrenar. Vivía lejos y no era capaz de regresar a casa antes de que mis hijos se fueran al colegio. Al cabo de algunos años, lamentablemente fueron demasiados, me di cuenta de que sentía un cargo de conciencia grande porque me estaba perdiendo de esos momento de las mañanas, que quizás eran muy cortos y, a veces, son los instantes del “¡apúrate¡ ¡corre! ¡desayuna!”, de los gritos, pero eso era parte de mi rol y no los estaba viviendo.
Llegaba muy tarde a casa y a veces ni volvía, porque si mis hijos ya no estaban ¿para qué volver? Me cambiaba y seguía con mi rutina diaria, sin embargo, sentía que esa situación me estaba afectando emocionalmente. Entonces decidí dejar de madrugar y eso tuvo efectos maravillosos en mí y en mi relación con ellos.
A las buenas cosas nos acostumbramos rápidamente. Mis hijos dejaron de asombrarse de verme en las mañanas, además comencé a dormir mucho mejor (eso de levantarme en la noche me hacia daño y necesitaba completar mis horas de sueño), mejoró mi rendimiento y mis resultados deportivos. Comencé a manejar muy bien mi ansiedad al comer y pude balancear mucho mejor la comida porque tenía tiempo de sentarme a desayunar correctamente y no comer algo en el camino o de paso.
También pude compartir más con mi pareja. Mandar a los chicos a la escuela desayunados y luego sentarme a tomar un café junto a él, me daba la sensación del deber cumplido, de que todo salió a tiempo, porque ¿es o no esa rutina un desafío de todos los días? Ese instante de compartir algo tan íntimo construye, alimenta y fortalece la relación, da vida a esas memorias que se quedan para siempre.
La familia es, sin duda, el pilar indispensable, vital, que no debería ponerse en juego por nada. Por más pasión o por más vehemente que esté por lograr un objetivo, el involucrar, el hacer a tu familia parte de tus sueños es necesario, porque el sabor que te queda al hacer esos sueños realidad es mucho mejor.
Es un verdadero logro que después de tantas carreras y tantos años cumpliendo mis expectativas en el triatlón, mi familia siga siendo un pilar importante para que yo sea capaz de lograr lo que me propongo. Y digo que es un logro porque es un proceso en el que todos vamos adaptándonos a los hábitos que van apareciendo en el camino, es un arte de ser flexibles de lado y lado, a medida de que vamos evolucionando. Uno de los mayores éxitos de nuestra vida en familia es que esa unión es cada vez más sólida, esa sinergia es cada vez más fuerte.
Y a pesar de que el apoyo es incondicional, también ocurren esas circunstancias inesperadas en las que me dicen: “me siento mal. Hay que ir al doctor”, y yo lo dejo todo y se pospone el entrenamiento, la reunión o lo que tenga que hacer porque en ese momento lo urgente es más importante. La base que utilizamos como familia es que ellos son lo más importante y todo puede pasar pero justamente priorizar es lo que nos da armonía y me permite a mí asimilar que aquello que podría ser un obstáculo para alcanzar mis sueños, es simplemente el tomar la decisión correcta y eso siempre me da más fuerza para seguir adelante. Eso es la familia.
Cuando voy a una carrera, si ellos no me pueden acompañar, siempre están conmigo, a pesar de que puedo decir con absoluta certeza que las mejores carreras son cuando ellos han estado presentes. Ojalá y me puedan seguir acompañando porque no hay cosa más linda que ir a enfrentarse a un monstruo gigante como es el IRONMAN y tener a las personas que más te quieren esperándote en la línea de meta.
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