Gracias miedo: Encontrar la magia en lo desconocido

Enfrentarte a lo desconocido es una forma de explorar tus límites.

El miedo se presenta para ayudarte a ser quién eres en realidad.
— Filosomi

La vida no es más que una agrupación brillante y luminosa de experiencias, algunas duras, muchas delicadas, algunas las encontramos bajo el agua, y otras bajo una roca.

 No todo lo que tengamos que ver, sentir o vivir puede gustarnos; sin embargo, aceptarlas como parte de la vida es lo que nos permite alcanzar la plenitud. Para llegar hasta ese punto, hay algo inevitable: el miedo.

El miedo no es un sentimiento, es un instinto primitivo o básico, que tiene la capacidad de evolucionar. Originalmente funciona con la respuesta de “lucha o huye” y al evolucionar puede combinarse ya sea con culpa, desesperación, vergüenza o con FELICIDAD.

Los rostros del miedo

Cuando deseas algo profundamente existe el riesgo del auto boicot, el famoso “síndrome del impostor”. La adrenalina generada por el deseo puede convertirse en miedo, y ese miedo convertirse en una amenaza.

 ¿Qué deseas intensamente?

  • Encontrar un compañero (miedo a la soledad)

  • El trabajo de mis sueños (miedo al fracaso)

  • El bienestar de otros (miedo al abandono)

  • Estabilidad emocional (miedo a fallar)

  • Estabilidad económica (miedo a la escasez)

El miedo es todo un juego que sucede dentro de nuestra cabeza, afortunadamente, la decisión siempre termina siendo nuestra. Existen dos caminos:

  1.  Tomar ese miedo como un recurso de ayuda y generador de fuerza.

  2. O acogerlo como un lastre, dejando que boicotee nuestras intenciones y nos haga sentir no merecedores de alcanzar lo que deseamos.

Es importante aclarar que el miedo no es un sentimiento al que le gusta instalarse y esconderse dentro de nosotros, impidiéndonos avanzar. La verdadera intención del miedo es la de aflorar, ser capaz de brillar a nuestro lado para que descubramos nuevas capacidades y nos animemos a buscar nuestro camino.

Su razón de ser

Está bien tener miedo. Está bien hacer las paces con él.

Los miedos pueden llevarnos a experiencias y vivencias positivas y enriquecedoras siempre que estemos dispuestos a explorarlos. No son un obstáculo, son una luz, un camino.

Hay que conocer profundamente los temores que nos acompañan, para aprender a dominarlos o transar con ellos una co- existencia saludable.  Para reconocer si nuestros miedos son racionales o irracionales, pregúntate:

  • ¿De dónde vienen?

  • ¿Qué los genera?

  • ¿Cuál es su raíz?

Los miedos racionales son los que se encuentran en el presente.

Los miedos irracionales son los que viven en nuestra mente formando historias que nos paralizan. Estás historias viven en el futuro con la incertidumbre de no saber qué sucederá después.

Es fácil alejarnos de situaciones o momentos que no podemos controlar, y la realidad es que la mayor parte de nuestra vida sucede fuera de nuestro control.

Una forma de encontrarnos a nosotros mismos o llegar a conocer quiénes somos en realidad es dejar que el miedo nos guíe. Dale permiso a tus temores para que te muestre hacia dónde ir. Respóndete:

  •  ¿A qué le temo?

  • ¿Por qué tengo miedo?

  • ¿Qué pasaría si no tuviera ese miedo?

  • ¿Qué pasaría si eso a lo que temo sucediera?

Lo difícil de enfrentar al miedo es que nos vuelve vulnerables, nos sentimos expuestos. Nuestro cerebro está programado para evitar que nos sintamos incomodos, es por ello que la vulnerabilidad se percibe como mala. Sin embargo, aceptar y decir cómo realmente nos sentimos es una hermosa oportunidad para que tanto tú como quien te escucha se identifiquen, y ambos puedan brillar.

Una fuerza inexplorada que moviliza

El miedo vive en lo DESCONOCIDO. Ir hacia eso que ignoramos puede darnos el regalo de lo nuevo, de lo sorprendente y de lo único. En principio, puede verse tanto como oscuridad, ansiedad y decepción, y luego como un nuevo comienzo, una posibilidad de florecer y generar cambios positivos. Cuando te enfrentas al miedo ganas…

  • Fuerza

  • Coraje

  • Confianza

Aquello a lo que tanto tememos nos permite mirar más allá, tomar el dolor y usarlo para hacer algo honesto.

Todos nacimos con nuestra propia y única fuente de luz, por eso el gran desafío es dejar de intentar moldearnos según lo que otras personas quieren ver en nosotros, ya sea por ser leales, obedientes o gratos, y enfocarnos en aprender más sobre nosotros mismos.

Así, la vida, nuestra vida, se hará bastante más fácil. Todo lo que tenemos que hacer es SER.

Aquí una maravillosa reflexión de Marianne Williamson, escritora norteamericana, que le da al miedo una nueva dimensión, como aquel instinto capaz de movilizarnos en la vida:

Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados. Nuestro miedo más profundo es que somos poderosos sin límite. Es nuestra luz, no la oscuridad lo que más nos asusta. Nos preguntamos: ¿Quién soy yo para ser brillante, precioso, talentoso y fabuloso? En realidad, ¿quién eres tú para no serlo? Eres hijo del universo. El hecho de jugar a ser pequeño no sirve al mundo. No hay nada iluminador en encogerte para que otras personas cerca de ti no se sientan inseguras. Nacemos para hacer manifiesto la gloria del universo que está dentro de nosotros. No solamente algunos de nosotros: está dentro de todos y cada uno. Y mientras dejamos lucir nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otras personas para hacer lo mismo. Y al liberarnos de nuestro miedo, nuestra presencia automáticamente libera a los demás.

Mira el cuarto capítulo de Espirales: ¿A qué le tememos? con Sandra Araya

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