Prácticas simples para combatir el desperdicio

El 61% del desperdicio de alimentos viene de los hogares.

El mundo no necesita producir más alimento. Lo realmente urgente es aprovechar y distribuir mejor.
— Filosomi

Te has preguntado ¿Cuánto alimento desperdiciamos los seres humanos? Solo piensa en ese día en el que visitaste tu restaurante favorito y le echaste un breve vistazo a las mesas cercanas. Alguien no comió sus papas, otros dejaron la mitad de su carne, las bebidas quedaron a medias. El destino de todo ese alimento, aún perfecto para el consumo, es la basura.

Según, Santiago Rosero, chef y periodista conocedor de esta realidad, el 30% del alimento que produce el mundo se desperdicia (un 13% se pierde en el proceso de producción, y el otro 17% en manos del consumidor final), mientras 700 millones de personas mueren de hambre. 

Si no logras dimensionar cuánto es eso, imagina un camión con una capacidad de 40 toneladas. Se necesitarían 23 millones de esos camiones para contabilizar la cantidad de comida al año que no alimentan a nadie.

Cifras aún más escalofriantes dicen que: “cada 5 segundos un niño menor de 10 años muere de hambre, en un planeta que produce lo suficiente para alimentar a 12000 millones de seres humanos, el doble de la población actual” -Del texto destrucción masiva, del ex relator de la ONU para los Derechos de la Alimentación Jean Ziegler.

Estas cifras no contemplan el 13% de pérdida de alimento durante el proceso de producción.

Este desperdicio descomunal ocurre con naturalidad en las mesas de los restaurantes, las terrazas de los centros comerciales, en los supermercados, los mercados locales, en los hogares. Botamos sin mesura, sin consciencia, aquello que simplemente no deseamos consumir o lo que consideramos que comercialmente no es atractivo, a pesar de haber invertido dinero (esfuerzo y trabajo) para conseguirlo.

Este es un panorama en el que no urge producir más alimento, sino aprovecharlo y distribuirlo mejor.

Esta discusión es cuestión, como sostiene Rosero, de justicia social, de solidaridad, de ecología, de uso eficiente de recursos…


Al respecto, el periodista argentino Martín Caparrós recorrió el mundo por 6 años para mostrar el rostro más crudo de esta realidad a través de su libro “El hambre”.

Aquí recoge relatos conmovedores como este, en el que le pregunta a Aisha, habitante de uno de los países más pobres del mundo, Niger, si realmente comía esa bola de mijo todos los días.

-“Bueno, todos los días que puedo”, le respondió Aisha.

Martín sintiéndose mal por comparar su realidad con la de Aisha, intenta romper el hielo planteándole lo siguiente:

- “Aisha, si pudieras pedir lo que quisieras a un mago capaz de dártelo ¿qué pedirías?”.

- Aisha le contesta: “una vaca que me dé mucha leche”.

- Martín le insiste: “¡Ese mago te podría dar cualquier cosa Aisha!”.

- “¿Dos vacas? Con dos sí que nunca voy a tener hambre”, respondió Aisha.

Era tan poco, pensó Martín. Y era tanto.

“Nada me impresionó más que entender que la pobreza más cruel, la más extrema, es la que te roba también la posibilidad de pensarte distinto. La que te deja sin horizontes, sin siquiera deseos: condenado a lo mismo inevitable”, dice el cronista, dándonos una vista más amplia del drama del desperdicio.


Un movimiento para frenar el descarte innecesario

Los alimentos descartados en los hogares pueden nutrir a los bancos de alimento, dirigidos a apoyar a personas que sufren hambre.

¿Qué estamos haciendo para disminuir el desperdicio? En los últimos años, sobre todo en Europa, suena fuerte la cultura Freegan, personas que han decidido vivir bajo los siguientes principios:

  • No participan en la economía tradicional

  • Aprovechan y reparten al máximo los recursos

  • No conciben el desperdicio

  • Rescatan alimentos de la basura 

Desde su perspectiva, todas las cosas que consumimos y desperdiciamos tienen una historia: consumo de energía, consumo de agua, mano de obra, impacto ambiental. Además, hay otros que las necesitan con urgencia ¿No es ético aprovecharlas y distribuirlas al máximo?

Esta filosofía incluso se ha incorporado en la visión de negocio de famosos restaurantes como Freegan Pony en París. (Lee aquí la crónica de este restaurante). 

¿Qué podemos hacer tú y yo para cambiar esta realidad? No podemos movilizar millones de camiones de 40 toneladas al otro lado del mundo para distribuir mejor el alimento; sin embargo, sí podemos hacer consciencia de esta situación, conversarla y cambiar ciertos hábitos cotidianos para sumar.

Rosero, quien además de chef y periodista, es el fundador de Idónea Rescate de Alimentos en Ecuador, proyecto con el que recupera alimentos de descarte en los centros de distribución para convertirlos en deliciosos platos, nos da los siguientes consejos:

Tips antidesperdicio

  1. Evitemos caer en lo que se llama “la dictadura de la imagen perfecta”: animémonos a comprar y consumir alimentos con fallas estéticas que no comprometen su calidad ni su sabor.

  2. Planifiquemos las compras: no compremos más de lo necesario, y revisemos lo que existe en la alacena y el refrigerador antes de hacer nuevas compras.

  3. No nos dejemos llevar por las fechas de caducidad, generalmente no comprometen la idoneidad de los alimentos. Confiemos en nuestro gusto y olfato para decidir.

  4. Interesémonos por aprender a conservar los alimentos con técnicas sencillas como la congelación o la transformación en salsas y mermeladas, o algo un poco más técnico como la fermentación.

  5. Sobre todo, interesémonos por conocer el origen de nuestros alimentos. Si entendemos que detrás de la producción hay trabajo humano y diversos recursos invertidos, seguramente lograremos tener más conciencia y sensibilidad acerca del desperdicio.

Tips cocina de optimización

  1. Las cáscaras de banano (de producción orgánica y agroecológica) pueden ser utilizadas para preparar un estofado vegetariano tal como se prepara uno de carne. Hay muchas recetas en internet. Por otro lado, los bananos muy maduros pueden utilizarse para preparar un pastel.

  2. Los tallos y las hojas del brócoli son completamente consumibles. A los tallos se los pela y se los puede preparar cocidos, fritos o en puré. Las hojas sirven para ensaladas.

  3. Las vainas de las arvejas pueden ser cocidas para formar una crema o una buena salsa verde.

  4. La corteza blanca de la sandía, una vez pelada, puede convertirse en pickles.

  5. El pan viejo y duro puede transformarse en apanadura, en budín de pan o en tostadas francesas.

Mira el capítulo de Espirales: ¿Qué desperdiciamos? Con Santiago Rosero.

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