Tus emociones importan y mucho
Recientemente estuve revisando un texto que hablaba sobre el término HIGIENE EMOCIONAL ¿Lo has escuchado? Esta información me resultó realmente reveladora.
Guy Winch , doctor en psicología de la Universidad de Nueva York y miembro de la American Psichologist Association (APA), sostuvo que: “todos vamos al médico cuando sentimos un dolor persistente o algún síntoma anómalo. En cambio, no vamos a consultar a nadie cuando sentimos culpa, soledad o pérdida. Se da por hecho que tenemos que gestionar sin ayuda o sin orientaciones las emociones que sentimos”.
Así se da comienzo al término higiene emocional. “Hace 100 años, la gente comenzó a practicar la higiene personal y la tasa de esperanza de vida aumentó en más del 50% en apenas unas décadas. Creo que nuestra calidad de vida aumentaría igual de drástica si todos empezamos a practicar la higiene emocional. ¿Se imaginan cómo sería el mundo si todos fuéramos psicológicamente saludables?”.
Hábitos saludables de higiene emocional
Como en tantas cosas, el papel aguanta todo, y poner en práctica la higiene emocional no es tan fácil ni evidente; sin embargo, el reconocer su importancia y hacer conciencia de la necesidad de incorporar ciertos hábitos seguro será un importante avance en nuestra salud mental. Les comparto algunos hábitos que vale la pena poner en práctica:
Saca la basura de la mente: puedes escoger tus pensamientos, y también enfocarte en qué y hacia dónde canalizar tu energía.
Suelta las emociones que te inmobilizan: detrás de las emociones existe un recuerdo y si éstas te inmobilizan es muy probable que se trate de un recuerdo bloqueante. Regresa con tu mente a ese momento, míralo sin juicio, de esta forma la información de ese recuerdo cambiará y dejará de bloquearte.
Libérate de las emociones reprimidas: retener emociones nos desequilibra. Las cosas pendientes ocupan un espacio en nuestro cerebro que no nos permite avanzar. La solución no está en archivar los temas inconclusos, la solución es afrontarlos, aunque sea difícil.
No te juzgues: lo que haces, y lo que sucede no es bueno ni malo, se vuelve bueno o malo con tu juicio. Si miramos los hechos como eventos y circunstancias que hablan de nosotros y nuestras necesidades podremos capitalizar de nuestras experiencias y no juzgarnos por ellas.
Cuestiónate: ¿cuáles son tus valores, verdades y creencias? Que no sean tu dogma. Tenemos comportamientos y creencias heredados, lealtades familiares y las expectativas de nuestro entorno y la sociedad sobre nosotros. Si definimos nuestras creencias y nuestra postura sobre ellas, podremos ser más coherentes y auténticos.
Desarrolla tu resiliencia: haz de cada situación una oportunidad para salir más fuerte mentalmente.
Aceptar no es igual a resignarse: David R. Hopkins dice que la rendición (ACEPTAR) no tiene nada que ver con la resignación (que te inmobiliza). Rendición es un estado de liberación de culpas, resentimientos y juicios. Al aprender de la experiencia, me libero del sufrimiento, de buscar culpables y sentirme víctima.
Fuente: Postgrado de Bioneuroemoción de Enric Corbera.