Clearwater 2010: A propósito de las fechas, los números y un campeonato mundial
Como pueden días cualquiera convertirse en fechas importantes, por el hecho de que aquel día sucedieron cosas que te cambiaron la vida, que te marcaron y a partir de eso, una parte de tu realidad, una parte de ti, sufrió algún tipo de modificación.
A veces escogemos esa fecha. Otras veces esos días son aquellos en los que las cosas tenían que ocurrir. Y aunque muchos de esos días los recordaremos porque nos producen dolor o nos generan un profundo vacío, otros nos marcan para siempre con una sonrisa.
Es que algo importante sucedió aquel día y tu instintiva y auténtica manera de asumirlo y de somatizarlo será el resultado de lo que ahora ves en tu presente, y será la base de muchas cosas que decidirás en el futuro.
A pesar de que la vida no se puede reducir a simples fechas, hay muchas que podría recrear en mi memoria de principio a fin, porque lo que viví en aquellas horas llegó a ser tan profundo e intenso que mi mente viaja, cuando necesita, a aquellos lugares especiales que me convirtieron en lo que soy ahora.
El día en el que nacieron cada uno de mis hijos, un 23 de mayo, el 4 de noviembre o un 11 de julio, fechas y números que repentinamente cobran vida, se convierten en recuerdos, en símbolos y sentimientos. El 2448, el 102 y el 1029, antes no eran nada, solo números al azar, ahora los miro y me reconozco, esos números fui YO.
Me apasiona todo lo relacionado con el deporte y la salud, pero la participación en los triatlones de larga distancia es algo que me transforma. Dedicarle tiempo a mis entrenamientos, a más de darme energía, activar la producción de endorfinas y mejorar mi estado físico, tienen siempre como objetivo: una fecha, un lugar y una hora en donde me pueda probar, donde pueda enfrentarme conmigo misma y dar todo de mí.
A medida que la fecha se acerca, los entrenamientos se modifican y adaptan, la alimentación también tiene cambios. Analizo como me siento y voy identificando las señales que me da el cuerpo para saber que estoy en condiciones para competir. Los preparativos, la adrenalina y los nervios también se incrementan.
El sábado 13 de noviembre de 2010 tuve el honor y el placer de ser parte de un grupo de cerca de 2000 corredores que, al igual que yo, se habían ganado un puesto para participar en el Mundial 70.3 en Clearwater, Florida.
Tres días de preparativos, armar la bicicleta, probar el agua, conocer la ruta de competencia, seguir los pronósticos del tiempo, observar al resto de competidores, hacer nuevos amigos, registrarme y recibir el kit de participación, y en él, mi chip, mi gorra de natación y mi número de competencia, con mi nombre y la bandera del Ecuador. Ver mi bandera en el número y saber que la iba a llevar durante toda la competencia, me emocionó profundamente y a la vez incrementó mis nervios, repentinamente me sentí con algún tipo de ‘deber’, con un gran compromiso.
Me encontré ahí, junto a 79 mujeres de mi grupo de edad (35-39 años), de las nacionalidades más diversas: Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Sudáfrica, Australia… las mejores del mundo en mi categoría. Escuchaba sus conversaciones, sus logros, sus múltiples participaciones, sus tiempos. Mi primer pensamiento: “¿Qué hago aquí? ¡Son las mejores del Mundo!¡Voy a llegar última!”. Mi segundo pensamiento: “Yo entreno en Quito, a 2800 metros de altura, con un grupo maravilloso, con entrenadores y amigos que se preocupan por mí y me he ganado este puesto. Si estoy aquí es porque aquí pertenezco y soy igual a todas estas otras chicas que tendrán los mismos nervios, las mismas ilusiones y sueños que yo”.
La competencia empezó a las 7h35 de la mañana. La arena estaba muy fría, la temperatura del agua se volvía agradable con el uso del traje de neopreno, pero estaba turbia, había mucho movimiento del agua y corriente también. Traté de pegarme al grupo pero el ritmo era muy fuerte, mantuve la calma y puse mi ritmo, pero el agua no me dejaba avanzar. Nuevamente, le pedí permiso al mar del golfo de México para que me permitiera deslizarme.
En la bici pensé: “¡lo que más me gusta!”. Así, después de la transición, empecé a pedalear y a fluir, me sentía fuerte y confiada. La ruta era muy rápida y sin darme ni cuenta se me acercó un oficial y me penalizó con 4 minutos por drafting. Sin buscar justificación, todavía no sé en qué momento cometí la penalidad. Habían muchos ciclistas juntos en algunos tramos de la ruta, ahora entiendo que en ese caso la decisión de los oficiales al estar tanta gente cometiendo una infracción, ya sea voluntaria o involuntariamente, tenían que penalizar a algunos cuantos y cumplir con el reglamento.
Terminé la carrera con mi mejor tiempo de 70.3, mi media maratón mas rápida, y un puesto 12 en el mundo en mi carrera.
Inmediatamente después de recibir la carta de penalización, sentí ira y decepción, pues si bien no había hecho “trampa” tenía, a mi modo de ver en ese momento, un castigo por eso.
Bajé el ritmo unos minutos analizando la situación, buscando mantenerme alejada de todas las bicicletas, y luego pensé que en lo que tenía que enfocarme era en recuperar el tiempo que iba a perder con la penalización y empecé a pedalear muy fuerte. Así terminé la etapa de ciclismo y corrí feliz y agradecida de poder estar ahí, en mi primer campeonato mundial.
Creo que hasta tiempo después me di cuenta que lo que había logrado era único, no había valorado mi participación en esa carrera, lo que representa para mí y como me enriqueció como triatleta y como persona.
La cereza del pastel fue terminar la carrera con mi mejor tiempo de 70.3, mi media maratón más rápida, y un puesto 12 en el mundo en mi carrera. Empacar mi bici, hacer maletas y llegar esa misma noche al concierto de Roger Waters, “The Wall”, eso fue un buen cierre.
*Esta fue la última competencia que se realizó en Clearwater, Florida. A partir del siguiente año, los mundiales 70.3 rotan en distintos países.
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