El fracaso, antesala del éxito

Para el IRONMAN de Boulder, Colorado, dediqué dos semanas de entrenamiento ‘a tope’. Sentí una transformación importante en mi rendimiento y en mi físico.

Para el IRONMAN de Boulder, Colorado, dediqué dos semanas de entrenamiento ‘a tope’. Sentí una transformación importante en mi rendimiento y en mi físico.

El no terminar una carrera jamás había sido una opción, de hecho esa es la frase que siempre les repito a mis hijos: “lo que se comienza, se termina
— Marialuz

Cada vez que me preguntan: ¿cuál ha sido mi mejor carrera? siempre respondo: “la próxima”.  Eso me respondí la noche del pasado 9 de junio, antes de enfrentarme a mi IRONMAN #13. Hoy, después de digerir los sinsabores y frustraciones de esa experiencia, vuelvo a la pregunta y sé que no me equivoque en la respuesta.

Llevo muchos años en el triatlón y he crecido en todo sentido con él. Cada inicio de año tengo una reunión con mi entrenador en donde definimos las carreras de la temporada. Existen las carreras B, que si bien no significan que requieran menor esfuerzo e importancia, están en segundo plano, y existen las carreras A. En mi caso mis carreras A son los IRONMAN (IM) que me propongo correr, y mis carreras B son los medios IM o 70.3.

En este 2019, mi primera carrera A fue el IM de Boulder, el 9 de junio.

Mi compromiso con cada evento es irrenunciable y a medida que avanzaba el año me di cuenta de que no iba a lograrlo con todo lo que estaba haciendo en medio de otras responsabilidades, viajes y compromisos. Entonces, junto a mi entrenador, busqué soluciones y encontré una fórmula: iba a dedicarle dos semanas a mi preparación, en ese tiempo todas mis actividades estarían en pausa parcial y me iba a enfocar en concentrarme en entrenar.

Después de esas dos semanas sentí una transformación importante en mi rendimiento y en mi físico y sabía que había acertado. Una semana después correría el que pensé sería el mejor IM de mi vida.

 EL #12 QUE NO SE CONVIRTIÓ EN #13

Cada carrera requiere mucha planificación, desde el momento de dormir la noche anterior, levantarse, desayunar… La logística en esta carrera no fue muy fácil porque teníamos que tomar un bus para ir a la partida y llegué con el tiempo justo para dejar todas mis cosas a punto para empezar.

Inicié la natación y no me sentí muy bien. El apuro de la mañana no me dio tiempo para calentar correctamente. Salí del agua y si bien no era el tiempo que esperaba hacer sabía que lo mejor estaba por venir. Empecé la bici y rápidamente me sentí cómoda con el ritmo que llevaba, aunque después de la milla 80 noté que algo no estaba bien. Me comencé a desconcentrar, la ruta era confusa y el tráfico estaba abierto, lo que impedía tomar riesgos y ver con claridad el rumbo. ¡Algo no iba bien! y lo pude confirmar al terminar la bici, ¡me faltaban 14 km! Llevaba 166 km recorridos y no tenía ni idea de dónde se habían perdido esos kms faltantes.

14 kms de ciclismo se quedaron pendientes en la ruta por mala señalización. Mi primera descalificación.

14 kms de ciclismo se quedaron pendientes en la ruta por mala señalización. Mi primera descalificación.

Entonces, antes de entregar mi bici, pedí hablar con un oficial y le expliqué que necesitaba terminar mi recorrido, que quería regresar. Detrás llegó un chico con el mismo problema. La chica de la organización habló con el director técnico y su primera respuesta fue que nuestra carrera había terminado, que debíamos entregar los chips de cronometraje. Me quedé en blanco, todavía sin poder digerir lo que estaba ocurriendo.

No podía articular palabra, jamás había estado en una situación así. El no terminar una carrera jamás había sido una opción, de hecho esa es la frase que siempre les repito a mis hijos: “lo que se comienza, se termina”. Estos pensamientos fueron interrumpidos por una llamada que recibió la chica, era el director técnico. Al colgar nos dijo: “pueden correr, tenemos problemas con la ruta”.

Mi reacción fue inmediata, sin todavía entender que significaban esas palabras, tuve que escoger instintivamente lo que iba a hacer y lo que quería era correr, quería poner a prueba a mi cuerpo y demostrar para lo que estaba listo. Así decidí dejar todo lo sucedido atrás y replantearme un nuevo objetivo: correr la mejor maratón de mi vida, llegar a ese número soñado que había visualizado por tanto tiempo. Y lo logré, crucé la meta con la maratón más rápida que he hecho y una sonrisa que demostró mi lealtad con el nuevo objetivo improvisado por las circunstancias.

Después de cruzar la meta, me encontré con la otra realidad, la que estaba registrada en mi historial de carreras y en mi memoria: no había terminado la ruta, por lo tanto, estaba descalificada. Digerir lo sucedido no fue fácil, luego me di cuenta que para poder continuar, para poder avanzar en ese momento, necesitaba convencerme de que los fracasos son la antesala del éxito, son el momento de adentrarse en lo más profundo del dolor y la frustración para poder sentirse libre de abandonarlo, levantar la mirada y seguir adelante.

Crucé la meta con la maratón más rápida que he hecho y una sonrisa. Demostré mi lealtad con el nuevo objetivo improvisado por las circunstancias.

Crucé la meta con la maratón más rápida que he hecho y una sonrisa. Demostré mi lealtad con el nuevo objetivo improvisado por las circunstancias.

LO QUE AHORA ME DIGO A MÍ MISMA…

  •   No voy a ser tan dura conmigo misma. Me doy permiso para equivocarme, para fallar, para llorar y no buscar justificaciones para mis errores. Voy a apreciarlos como parte de un proceso constructivo.

  • El #13 es un símbolo y tú escoges qué significado le vas a dar a ese símbolo. Ese #13 es una nueva oportunidad para aprender y reinventarme a partir de este fracaso y plantearme, fortalecida, una nueva oportunidad.

  • La vida encuentra siempre maneras de encaminarnos y enseñarnos. No nos habrá tomado mucho tiempo darnos cuenta que en ocasiones la mejor manera de apreciar aquello que tenemos es enfrentar una pérdida. Esos momentos en donde perdemos de vista los finales felices, donde la vida se vuelve más vida y todos nuestros sentidos convergen en lo que está sucediendo, es cuando podemos ver cosas en nosotros y en el resto que a simple vista no podemos ver.

  • Si fracasas no te quedes mucho tiempo en ese momento, no es necesario hacer autopsias de tus desastres. Usa ese fracaso como carnada para iniciar un nuevo proyecto, pues cada fracaso tiene una función y un propósito.

  • Escojamos bien nuestras batallas, pues no todas merecen la pena ser luchadas. Si voy a ensuciarme las manos y pararme en medio de la arena para luchar será por una causa útil y justa, no voy a quedarme a pelear por algo que eventualmente no me lleve a un lugar mejor del que estoy ahora.

  • A veces cuando uno no tiene nada que perder, tiene todo por ganar. Cuando empecé a correr esa maratón, no tenía nada que perder, el nuevo objetivo era solo correr con todo lo que tenía y superar mi propia marca. Luego, al lograrlo, descubrí que esa posibilidad existía y que posiblemente si vuelvo a correr con esa mentalidad en la próxima carrera, lo puedo lograr nuevamente.

    La reflexión final: el fracaso es la antesala del éxito, y ese llamado éxito no es más que poder darle la vuelta a las circunstancias y poner todo a nuestro favor.

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