La oportunidad secreta detrás de nuestras creencias
¿En qué crees? ¿Cuáles son esas creencias por las que incluso estarías dispuesto a morir? ¿Estás convencido de eso o simplemente lo has aprendido? Navegar por el mundo de las creencias es una aventura que involucra renuncia, autoconocimiento y renovación.
El origen
Empecemos desde el principio. Las creencias son raíces aprendidas desde momentos muy tempranos de nuestra infancia, influenciadas por:
La cultura
La familia
La escuela
La religión
El ambiente físico y emocional
Los medios
De niños necesitamos adaptarnos a un sistema familiar, y paulatinamente al resto del mundo, para asegurarnos la supervivencia. Así crecemos interactuando con personas que tienen influencia sobre nosotros y nos convertimos en aquello para lo que nos moldearon:
El niño que alegra la vida a los padres tristes.
La niña que hace compañía a mamá cuando papá no está.
El niño que no está a la altura de su hermano.
La niña que debe ocuparse de sus hermanos.
De esta manera, aprendemos a cómo interactuar con el mundo, bajo ciertos conceptos de la vida, las creencias. Estos patrones de pensamiento y comportamiento pueden repetirse, una y otra vez, en nuestras relaciones de adultos y también pueden convertirse en lo contrario, ser todo lo que no veíamos en nosotros cuando éramos pequeños. Entonces:
Soy la persona que alegra a todos, aunque yo esté triste.
Siento el deber de estar junto a mi madre renunciando a lo que me hace feliz.
Estoy continuamente comparándome con la gente, afectando mi autoestima.
Tuve tanta responsabilidad de niña que de adulto no quiero tener ninguna.
Cuestionando lo aprendido
La mayoría de veces, las creencias se quedan en el campo de lo inconsciente, apareciendo y desapareciendo silenciosamente en los momentos de la vida. Muchas de ellas pueden guiarnos, algunas empujarnos y otras limitarnos.
Estas son algunas creencias frecuentes en la vida de las personas:
No se puede tolerar el más mínimo fallo porque se hunde el mundo.
Si me esfuerzo y lo hago bien, seré reconocido.
Este mundo es muy cruel y nadie ayuda a nadie.
Yo soy completamente libre, hago lo que quiero.
Si el otro no hace lo que yo quiero, no me quiere.
El amor lo puede todo.
Si no me ven, no me valoran.
Nadie me comprende.
Si no estudio no valgo.
Tengo que ser fuerte.
Si digo lo que pienso me van a rechazar.
¿Te identificas con alguna de estas creencias?
La buena noticia es que siempre podemos escoger el rol que ocupan las creencias en nuestra vida ¿Cómo? Trayéndolas hacia el mundo de lo consciente, CUESTIONÁNDOLAS:
¿Esa creencia me hace bien?
¿Esa creencia me hace daño?
¿Esa creencia existe en mi vida o es una mentira?
¿En realidad pienso eso o es la creencia de otros?
Desmontar una creencia no es nada fácil, requiere de tiempo, paciencia y muchas veces ayuda terapéutica. A continuación, un pequeño ejercicio que puede ser un primer paso.
Resulta sanador liberar de nuestro camino algunas cosas que creemos y reemplazarlas por nuevos hábitos. Eso requiere de un profundo ejercicio de humildad: aceptar que lo que creemos no lo necesitamos o está equivocado. De esta forma es posible darle paso a la oportunidad máxima: APRENDER.
Convivir con nuestras creencias, actualizarlas y renovarlas es un viaje personal que requiere de mucho amor propio y autoconocimiento. Finalmente, lo que decidamos creer o no nos movilizará hacia un lugar, idealmente, uno mejor.
Olvida todo lo que crees que debes ser. Tu mayor deber es conocer profundamente a quien es el ser que nunca se puede separar de ti y que te acompaña siempre, tú mismo.
Escúchate con atención, solo a ti, solo a tu voz. Busca lo que quieres, lo que eres y escoge solamente lo que te permita ser, aquello que te diga: “esto soy yo”.
Elige lo que te haga vibrar, lo que te haga sonreír, lo que te haga temblar la voz y te conmueva.
Llénate de lo que te nutra y vacíate de lo que te consume.
Cree, sueña, en todas las historias posibles y en las imposibles también.